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Fred R. Coulter

Ministro

 

Julio 15, 2020

 

Queridos hermanos.

 

          Con el fallecimiento de Dolores—mi amada esposa por 56 años y medio—el 10 de junio, ha sido muy difícil. Han habido muchas subidas y bajadas emocionalmente—y la extraño mucho. Deja un gran vacío en mi vida. Sin embargo, Jesucristo promete consolarnos en tiempo de duelo, tristeza y dolor: “Benditos son aquellos que lloran, porque serán confortados” (Mateo 5:4). Además, sus muchas oraciones, las cientos de tarjetas con palabras de consuelo, las hermosas flores—todo ¡ha sido de gran ayuda!

          A través de su ministerio, el apóstol Pablo experimentó problemas y dolores extremos—más allá de cualquier cosa que hemos sufrido o sufriremos. Es por eso que Dios lo inspiró a escribir en su segunda epístola a los Corintios como Él quiere que nos acercamos a Él cuando tales cosas vienen sobre nosotros: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de misericordias, y Dios de todo consuelo; Quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones, a fin de que podamos ser capaces de consolar a aquellos quienes están en cualquier prueba, a través del consuelo con el cual nosotros mismos somos consolados por Dios. Porque al grado en que los sufrimientos de Cristo abunden en nosotros, así también nuestro consuelo abunda a través de Cristo” (II Corintios 1:3-5).

          Cuando tiempos dolorosos y pruebas vienen sobre nosotros, necesitamos recordar que Jesús voluntariamente tomó sobre Sí mismo el  dolor y tristeza del mundo—de toda la humanidad. Como Dios manifestado en la carne, Él lo hizo para la salvación eventual del mundo. Isaías profetizó de Su agonía al cargar los pecados del mundo a la cruz: “Despreciado y rechazado de los hombres; un Hombre de dolores, y familiarizado con la aflicción; y por así decirlo escondimos de Él nuestras caras, fue despreciado, y no lo estimamos. Sin duda ha soportado nuestras enfermedades, y llevado nuestros dolores; aun así lo consideramos aquejado, golpeado de Dios y afligido.

          “Pero fue herido por nuestras transgresiones; aplastado por nuestras iniquidades; el castigo de nuestra paz fue sobre Él; y con Sus latigazos nosotros mismos somos sanos. Todos nosotros como ovejas nos hemos extraviado; hemos vuelto cada uno a su propio camino; y el SEÑOR ha colocado sobre Él la iniquidad de todos nosotros. Fue oprimido, y afligido; aun así no abrió Su boca. Es traído como un cordero al matadero; y como una oveja delante de su esquilador esta mudo, así Él no abrió Su boca. Por opresión y juicio fue quitado; y con Su generación ¿quien consideró que fuera cortado de la tierra del viviente; por la transgresión de Mi pueblo fuera aquejado?

          “Y Él hizo Su sepultura con el malvado, y con el rico en Su muerte; aunque no había hecho violencia, ni hubo ningún engaño en Su boca. Aun así el SEÑOR deseó aplastarlo y lo ha puesto en aflicción: Tú harás Su vida una ofrenda por el pecado. Él verá Su semilla; prolongará Sus días, y que el propósito del SEÑOR pueda prosperar en Su mano. Verá el tormento de Su alma. Estará completamente satisfecho. Por Su conocimiento Mi Siervo justo justificará a muchos; y llevará sus iniquidades” (Isaías 53:3-11).

          Pablo entendió esto. Él comprendió que en todos los problemas y dolores que tuvo que soportar en su ministerio, debía aprender que el dolor y la angustia por la que Cristo pasó era para consolarnos en todas nuestras pruebas: “Y si estamos en angustia, es para su consuelo y salvación, la cual está siendo obrada al resistir los mismos sufrimientos que nosotros también sufrimos; y si nosotros somos consolados, es para su consuelo y salvación (y nuestra esperanza es firme por ustedes); sabiendo que así como ustedes son compañeros en los sufrimientos, también son compañeros en el consuelo” (II Corintios 1:6-7).

          Pablo escribe las cosas que él, y aquellos con él, sufrieron causándoles incluso desespero de vivir—desanimo interno profundo. Pero a pesar de toda dificultad, mantuvieron sus mentes en el consuelo que vendría de Dios. Note: “Porque no queremos que sean ignorantes de nuestras tribulaciones, hermanos,  incluso las pruebas que nos ocurrieron en Asia; fuimos excesivamente agobiados más allá de nuestra propia fuerza, tanto que incluso perdimos las esperanzas de vivir.  

          “Porque tuvimos la sentencia de muerte dentro de nosotros, para no confiar en nosotros mismos sino en Dios, Quien levanta a los muertos; Quien nos libró de una muerte tan grande, y continúa librándonos; en Quien tenemos esperanza que Él incluso aún nos librará; mientras que ustedes también están trabajando juntos para nosotros por medio de súplica a Dios, que el regalo para nosotros de parte de muchas personas pueda ser la causa de acción de gracias por muchos para nosotros. Porque nuestra jactancia es esta: el testimonio de nuestra conciencia, que en la simplicidad y sinceridad de Dios (no en sabiduría carnal, sino en la gracia de Dios), tuvimos nuestra conducta en el mundo, pero más abundantemente hacia ustedes” (II Corintios 1:8-12).

          Vencer tales dificultades los confirmó como ministros y siervos de Dios: “Sino que en todo estamos confirmándonos nosotros mismos como siervos de Dios, en mucha resistencia, en tribulación, en necesidades, en angustias, en azotes, en encarcelamientos, en tumultos, en trabajos, en vigilias, en ayunos, en pureza, en conocimiento, en paciencia, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero, En la Palabra de verdad, en el poder de Dios; a través de la armadura de justicia en la mano derecha y en la izquierda, a través de gloria y deshonra, a través de reporte malo y reporte bueno, como engañadores y verdaderos, como desconocidos y bien conocidos; como muriendo, pero he aquí, estamos vivos; como castigados, pero no condenados a muerte; como tristes, pero siempre regocijándonos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, aun así poseyendo todas las cosas” (II Corintios 6:4-10).

          Todos quienes han muerto en Cristo—incluyendo mi querida esposa Dolores, quien fue fiel hasta el final—están en su “lugar de seguridad” esperando la séptima trompeta, el llamado a la primera resurrección al regreso de Jesús en poder y gloria: “Y como hemos llevado la imagen de aquel hecho de polvo, también llevaremos la imagen de Aquel celestial. Ahora digo esto, hermanos, que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda incorrupción. He aquí, les muestro un misterio: no todos dormiremos, sino que todos seremos cambiados, en un instante, en el parpadeo de un ojo, a la última trompeta; porque la trompeta sonará, y los muertos serán levantados incorruptibles, y nosotros seremos cambiados. Porque esto corruptible debe vestirse de incorruptibilidad, y esto mortal debe vestirse de inmortalidad. Ahora, cuando esto corruptible se haya vestido de incorruptibilidad, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces sucederá el dicho que está escrito: “La muerte es tragada en victoria.” (I Corintios 15:49-54).

          Esta es la esperanza que todos tenemos—la esperanza de vida eterna en amor, gloria y poder. Esta esperanza nos sostiene en tiempos de problema y angustia. Y necesitamos mantener esta esperanza en la frente de nuestras mentes: “Pero si esperamos lo que no vemos, nosotros mismos lo esperamos con paciencia. En la misma forma también, el Espíritu está conjuntamente ayudando nuestra debilidad porque no entendemos plenamente por qué cosa deberíamos orar, de acuerdo a como es necesario, pero el Espíritu mismo hace intercesión por nosotros con gemidos que no pueden ser expresados por nosotros. Y Aquel Quien busca los corazones comprende cuales son los esfuerzos del Espíritu porque ese hace intercesión por los santos de acuerdo a la voluntad de Dios. Y sabemos que todas las cosas trabajan juntas para el bien de aquellos que aman a Dios, para aquellos que son llamados de acuerdo a Su propósito” (Romanos 8:25-28).

          Como nuestro Sumo Sacerdote a la mano derecha de Dios el Padre, Jesús siempre está allí para intervenir, fortalecer y consolarnos en tiempo de necesidad: “Teniendo por tanto un gran Sumo Sacerdote, Quien ha pasado a los cielos, Jesús el Hijo de Dios, deberíamos sujetar firme la confesión de nuestra fe.  Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda empatizar con nuestras debilidades, sino uno Quien fue tentado en todas las cosas de acuerdo a la semejanza de nuestras propias tentaciones; aunque Él fue sin pecado. Por tanto, deberíamos venir con audacia al trono de gracia, para poder recibir misericordia y encontrar gracia para ayuda en tiempo de necesidad.… ...porque Él ha dicho, “En ninguna forma los dejaré jamás; no—nunca los abandonaré en ninguna forma.” Así entonces, digamos valientemente, “El Señor es mi ayudante, y no temeré,…” (Hebreos 4:14-16; 13:5-6).

          Debemos avanzar con nuestras mentes en Cristo y en la esperanza de la resurrección. Debemos estar acercándonos a Dios a través de oración diaria y estudio Bíblico—confiando en Él todo el tiempo: “Confía en el SEÑOR con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. En todos tus caminos reconócelo, y Él dirigirá tus caminos” (Proverbios 3:5-6).

          Pablo hizo esto, como encontramos en Filipenses 3: Y poder ser encontrado en Él, no teniendo mi propia justicia, la cual es derivada de ley, sino esa justicia la cual es por la fe de Cristo—la justicia de Dios que está basada en fe; para poder conocerlo, y conocer el poder de Su resurrección, y el compañerismo de Sus sufrimientos, siendo conformado a Su muerte;...

          “Si por cualquier medio puedo alcanzar hasta la resurrección de los muertos; No como si ya la hubiera recibido, o si ya hubiera sido perfeccionado; [como aquellos quienes han muerto en la fe]; pero estoy luchando, para poder también agarrarme de eso por lo cual también fui agarrado por Cristo Jesús. Hermanos, no me cuento a mí mismo como habiéndolo alcanzado; pero esta única cosa hago—olvidando las cosas que están atrás, [nuestras pruebas y dificultades, pero recordando todas las cosas buenas], y extendiéndome a las cosas que están adelante,...

          “Yo presiono hacia la meta por el premio del alto llamado de Dios en Cristo Jesús. Así entonces, tantos como sean perfectos sean de esta mente. Y si en cualquier cosa ustedes son de otra mentalidad, Dios les revelará incluso esto. No obstante, considerando eso que hemos alcanzado, caminemos en la misma regla, seamos de la misma mente.

          “Hermanos, sean imitadores de mí, y tengan en cuenta a aquellos que caminan en este camino, como ustedes nos tienen por ejemplo.Pero para nosotros, la mancomunidad de Dios existe en los cielos, desde donde también estamos esperando al Salvador, el Señor Jesucristo; Quien transformará nuestros cuerpos viles, para que puedan ser conformados a Su cuerpo glorioso, de acuerdo al trabajo interno de Su propio poder, por el cual Él es capaz de someter todas las cosas a Sí mismo” (Filipenses 3:9-17, 20-21).

          Necesitamos mantener nuestras mentes en las tareas a mano de servir a los hermanos y enseñarles en estos tiempos difíciles. Esto incluye predicar el Evangelio para advertir al mundo como un testimonio—lo cual requiere los esfuerzos de todas las iglesias de Dios.

          Hermanos, nuevamente, gracias por todo su amor y oraciones. Dios escuchará y responderá. Él consolará y dará fortaleza. Ustedes están en mis oraciones cada día—que Dios esté con ustedes, los bendiga, los sane y les otorgue la sabiduría y entendimiento para crecer en gracia y conocimiento—de modo que pudieran alcanzar la primera resurrección como hijos e hijas eternas de Dios el Padre, a través de Jesucristo, ¡nuestro Señor y Salvador!

 

Con amor en Cristo Jesús,

 

 

 

 

Fred R. Coulter

FRC